Un espacio personal de reflexión sobre la Historia y otras curiosidades.

martes, 30 de octubre de 2012

¡DIOS LO QUIERE!...

Con esta frase finalizaba su intervención en el Concilio de Clermont (1095) el Papa Urbano II, dando inicio a uno de los acontecimientos más importantes de toda la Edad Media europea, las Cruzadas.
Éstas constituyeron una serie de campañas militares, las cuales se extienden desde 1095 a 1291 y que tendrán como principal objetivo liberar los Santos Lugares, aquellos territorios que habían sido testigos de la vida y muerte de Jesucristo.

Las Cruzadas, 1095-1291.
El expansionismo de los turcos selyúcidas, acaudillados por Alp Arslan, hará que estos logren arrebatar Jerusalén, la Ciudad Santa, a los fatimíes de Egipto. La intransigencia religiosa de los selyúcidas, muy diferente a lo vivido con los fatimíes hasta ese momento, provocará la ruptura entre Occidente y Oriente. Sin embargo, esta cuestión no explica por sí sola un movimiento que se desarrolla durante dos siglos.
Los bizantinos, es decir, el Imperio Romano de Oriente, presentes en Anatolia, serán también derrotados por los turcos, o más bien, masacrados, tras la batalla de Mancizerta o Manziquerta (1071). Esta derrota hará que los bizantinos se replieguen, entregando gran parte de sus territorios asiáticos, reduciéndose estos a la zona costera de Asia Menor. La conmoción en la sociedad bizantina, con la amenaza turca muy cerca de su gran capital, así como en Occidente, fue profunda. Alejo I Comneno se verá obligado a pedir ayuda al Papado, y ello a pesar de haberse producido unas décadas antes el llamado Cisma de Occidente (1054), que significó la división de la cristiandad en dos iglesias, la católica y la ortodoxa. El Papado no iba a dejar escapar esta oportunidad, y como forma de demostrar su poder sobre la iglesia oriental, se decide por la ayuda.
A parte de estas cuestiones concretas y puntuales, hay otras causas, quizá estructurales, que sumarán al hecho de las Cruzadas. El belicismo de una sociedad feudal europea, en un momento de relativa calma, tendrá en estas campañas una válvula de escape para sus ansias guerreras y expansivas; Fue ésta además, una época de un especial fanatismo religioso, lo cual supo encauzarse para servir a este fin. Hay que tener en cuenta que el Papado decretó la indulgencia plena y el perdón a todos los pecados a aquellos que participaran en la liberación de los Santos Lugares del yugo infiel, reservándose el paraíso para los caídos en combate. Otras razones de índole económica, como la búsqueda del control de las rutas comerciales del Mediterráneo oriental, ahora en manos turcas, o de índole social, caso del espectacular crecimiento de la población europea entre los siglos X y XIV, una población que se duplicó en este periodo, explican este fenómeno.
Como ya hemos señalado la petición de ayuda realizada por el emperador bizantino Alejo I, será respondida afirmativamente por el Papa Urbano II, quien llamará a Europa a la guerra santa.
La denominada Primera Cruzada puede dividirse en dos momentos. En primer lugar, y precediendo a la cruzada nobiliaria, se organiza en Europa la llamada Expedición de los Pobres. Sin embargo, el término usado por este humilde escribiente (...se organiza...) dista mucho de la realidad a tenor de las consecuencias.

Pedro el Ermitaño con sus huestes cruzan Europa hacia Jerusalén.
Tras el llamamiento realizado por el Papa,  una gran masa de campesinos, mendigos y desheredados, se habla de unos treinta mil, movidos por un fuerte fanatismo, comenzaron a agruparse en el centro de Europa. Dirigidos por Pedro de Amiens, ermitaño y predicador, se encaminan hacia los Santos Lugares, sembrando el terror por aquellos territorios por lo que transitaban. Muchos de ellos fueron aniquilados por el camino, y los pocos que consiguieron llegar hasta Constantinopla, sembraron el desconcierto en la persona de Alejo I. El emperador bizantino había pedido ayuda a Occidente, pero no era esto lo que esperaba... una turba de desharrapados, mal armados y sin dirección, poco podrían hacer frente a los rudos ejércitos turcos. Por suerte, Alejo I, se apresuró a enviarlos a oriente, donde finalmente son masacrados por búlgaros y selyúcidas.

La Primera Cruzada.
Poco después llegarán a Constantinopla los ejércitos cruzados dirigidos por Roberto de Normandía o Godofredo de Bovillon entre otros nobles europeos. El cuantioso ejército tampoco atrae las simpatías del emperador bizantino, pues ve en ellos excesivo espíritu de lucha, lo que podría colocar a la expedición dentro de unos límites que no convenía a Bizancio. De todas formas éste no impuso inconvenientes a los cruzados quienes finalmente llegan a Asia Menor y Siria. Tras tres años de combates y gracias a los abastecimientos propiciados por las flotas de ciudades italianas, muy interesadas en la recuperación del control comercial del Mediterráneo oriental, los cruzados toman Jerusalén. Sólo fueron necesarias cinco semanas de asedio.

Disión del territorio tomado por los cruzados.
La ciudad Santa y los territorios adyacentes constituirán el reino de Jerusalén, al frente del cual quedará Godofredo de Bouillon. El resto de nobles participantes en la expedición de dividirán el resto del territorio conquistado en una serie de principados y condados dependientes del reino de Jerusalén mediante lazos vasalláticos; de este modo el régimen político, social y económico de la Europa del momento se traslada a Oriente.
Pero pocas décadas después la situación del reino de Jerusalén se irá agravando debido a conflictos internos surgidos entre los propios cruzados y al empuje turco, quienes se resistían a dar por perdidos estos territorios. De esta forma se produce la reconquista por parte del islam de Edesa (1144).


Tras las incesantes peticiones de Bernardo de Claraval, se va a organizar una expedición de socorro, será la Segunda Cruzada (1147-1149). En ella participarán dos reyes, Luis VII de Francia y Conrado III de Germania. Las disputas internas van a propiciar el fracaso de esta Segunda Cruzada que tendrá su colofón con la toma de Jerusalén por el sultán Saladino en 1187, tras derrotar a los cruzados en la batalla de Hattin. Más allá del fracaso de esta expedición cabe señalar la participación de dos reyes en ella. Ya no eran fuerzas feudales autónomas, sino monarquías, señal inequívoca de los progresos de unificación que estaban consiguiendo los distintos estados europeos.

Ricardo "Corazón de León".
Este nuevo estado de cosas va a propiciar la organización de la Tercera Cruzada (1189-1192). Caída Jerusalén, los principales monarcas europeos unificarán fuerzas para su recuperación. Felipe II Augusto de Francia, Ricardo Corazón de León de Inglaterra y el Emperador Federico I Barbarroja se lanzan a la aventura. Federico I morirá en 1190 al intentar cruzar a nado el río Salef. Ricardo y Felipe lograrán tomar San Juan de Acre, aunque Jerusalén continuará en manos de Saladino. Felipe y Ricardo deciden regresar a Europa, no antes sin pactar con Saladino el permiso de entrada para peregrinos cristianos a la ciudad. Durante su regreso, Ricardo de Inglaterra cae prisionero de Enrique VI de Suabia en la isla de Sicilia.
En 1202 el Papa Inocencio III animará a los reyes europeos a una nueva cruzada, la Cuarta (1202-1204), esta vez dirigida hacia Egipto. Con el fin de obtener el apoyo de Venecia y su flota, los cruzados comenzarán por tomar Zara y Dalmacia. A continuación, los cruzados, encabezados por el dux Enrico Dandolo, deciden apoyar al príncipe bizantino Alejo, quien consiguió escapar de Bizancio tras el golpe de estado perpetrado por su tío Alejo III. En 1203 tiene lugar la conquista de Constantinopla por parte de los cruzados, y ante la huida de Alejo con el tesoro imperial, estos proceden al saqueo y toma de la ciudad (1204). Se funda de esta manera el Imperio Latino de Oriente, al frente del cual quedará Balduino de Flandes.
En 1212 tiene lugar uno de los acontecimientos más tristes de todo este periodo. Una gran cantidad de jóvenes, movidos por el fanatismo religioso, son embarcados en Marsella en la llamada Cruzada de los Niños. Los armadores, lejos de enviarlos a los Santos Lugares, los trasladan a Alejandría donde serán vendidos como esclavos.
Las consecuencias de la Cuarta Cruzada provocaron las protestas del Papa Inocencio III, pues el resultado de la misma se había alejado de su verdadero objetivo, librar Jerusalén del poder mahometano.
Tras ello el propio Papa impondrá a Federico II la organización de una nueva expedición, es la Quinta Cruzada (1228-1229). El emperador se dirige a San Juan de Acre, y tras llegar a un acuerdo con el sultán de Egipto El Kamil, recupera Jerusalén, Belén y Nazareth. En este caso, los acuerdos diplomáticos sustituyeron a las armas. Pero la alegría durará poco, en 1244 los musulmanes recuperan la Ciudad Santa, que ya no volverá más a manos cristianas.
Entre 1248 y 1254 tiene lugar la Sexta Cruzada. Encabezada por Luis IX de Francia tiene como objetivo Egipto. Será derrotado en Mansura y hecho prisionero. Nuevo fracaso cristiano.
Durante 1270 se desarrolla la Séptima Cruzada. En ésta, San Luis se dirige  a Túnez, pero una epidemia de peste merma a la tropa cruzada e incluso acaba con la vida del rey santo.
En 1291 los mamelucos van a tomar San Juan de Acre, el último bastión cristiano en oriente, acontecimiento que marcará el fin de las Cruzadas.
Por último habría que hacer referencia a las consecuencias que de este proceso se derivaron. En el plano territorial poco significaron, pues los Santos Lugares quedarán en manos de los musulmanes.
Desde el punto de vista económico hay que resaltar la expansión que experimentaron las ciudades italianas gracias al control de las rutas comerciales del Mediterráneo oriental y  la reactivación del comercio con Oriente. Esto conllevó un fuerte crecimiento económico y el aumento del nivel de vida, lo que propició a su vez, un incremento de la demanda de productos de Oriente.
Desde el punto de vista cultural las Cruzadas permitirán el contacto entre Occidente y Oriente. Gracias a ello el Derecho Romano, olvidado en Europa y sustituido por un derecho consuetudinario de origen bárbaro, es retomado. Bolonia se convertirá en el centro del saber europeo.
Es en este momento cuando nacen una serie de órdenes de caballería que unirán el ideal religioso con el caballeresco y que tendrán como principales objetivos la defensa de la Fe, la Ciudad Santa y de los peregrinos que acuden a ella. Es el caso de los Caballeros de San Juan, la Orden Teutónica o los más conocidos, los Caballeros del Temple, los Templarios, fundados en 1120 por Hugo de Paganis y disueltos por el Papa Clemente V en 1312, motivo de una abundante bibliografía.

Mapa de las Cruzadas, en la parte inferior izquierda los escudos de las tres órdenes de caballería.

No hay comentarios: