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domingo, 28 de abril de 2013

Los Visigodos e Hispania.

La época romana supuso la creación de la primera unidad territorial de la península Ibérica. Bajo el yugo romano, Hispania vivió varios siglos de prosperidad llegando a convertirse en una de las zonas más romanizadas del Imperio.

División del Imperio Romano (395 d.c.) y la penetración de pueblos bárbaros.
El progresivo debilitamiento del Estado Romano, ya patente en el siglo III de nuestra era, permitió la penetración de numerosos pueblos bárbaros en el territorio imperial. Desde el siglo V estas invasiones fueron cada vez más frecuentes, lo que propiciará, en poco tiempo, su caída.

Distribución de los pueblos bárbaros en Hispania (siglo V).
En cuanto a la Península Ibérica, los primeros pueblos en llegar serán, a partir del año 409, Suevos, que ocuparán el noroeste de la península, Alanos, que se asientan en la meseta, y Vándalos, al sur. En este contexto se producirá la llegada de otro pueblo invasor, los Visigodos.
Los visigodos constituían una de las ramas en las que se dividieron los Godos, pueblo germánico procedente del norte de Europa (posiblemente de la actual Suecia). Desde aquí fueron desplazándose paulatinamente hacia el sur hasta quedar establecidos en el siglo II d.c. en la región de la actual Ucrania. Es aquí donde se dividen en las dos ramas mencionadas:  los Ostrogodos (o godos de oriente) que permanecerán por el momento por estas regiones, y los Visigodos (o godos de occidente) que continuarán su marcha hacia el oeste. Ya en el año 270 d.c. se constata el asentamiento de los Visigodos  en la Dacia como federados del Imperio, por lo que debían apoyo militar a los romanos a cambio del asentamiento pacífico en estas regiones (estos pactos se conocen como foedus).
Posteriormente, y como consecuencia del empuje de los Hunos, pueblo de las estepas asiáticas, los Visigodos se ven obligados a penetrar en el Imperio, lo que les fue permitido en principio; pero los enormes abusos a los que fueron sometidos provocó su sublevación llegando al enfrentamiento directo con Roma, acontecimiento que tendrá su episodio más destacado en la batalla de Adrianápolis (378 d.c.). La victoria del ejército visigodo, tres veces inferior al romano, fue espectacular, lo que les permitió llegar a la misma Roma, aunque no pudieron tomarla. Se dirigen a Constantinopla, fracasando en su intento de conquista, por lo que quedan asentados en los Balcanes.

Entierro de Alarico, de Heinrich Leutemann (1895).
Con el emperador Teodosio establecen un nuevo pacto, aunque la muerte de éste y la división del Imperio que hizo entre sus hijos Honorio (hereda la parte occidental del Imperio) y Arcadio (emperador de oriente) provocó un vacío de poder que aprovecharán los visigodos de Alarico para iniciar campañas de devastación por el Imperio de Occidente. Alarico llega a sitiar Roma, hasta que finalmente consigue asaltarla y asolarla durante tres días (año 410). Alarico intenta asestar un golpe definitivo al Imperio trasladándose a África, pero fracasa, por lo que decide dirigirse al norte de Italia, donde muere. Es su sucesor Ataulfo quien decide continuar las campañas hacia la Galia donde se instalan en el año 411. En el año 416 firman la federación con Roma a cambio de expulsar a los pueblos bárbaros que se habían instalado en la península Ibérica. En el año 418 Roma les otorga definitivamente el foedus. Se asientan en el sur de la Galia y se crea el Reino de Tolosa.
Entre los años 416 y 476 logran acabar con Alanos y Vándalos ( estos últimos se trasladan al norte de África) en Hispania, mientras que los Suevos quedan confinados en el noroeste.
Con la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476, momento en que su último emperador Rómulo Augústulo es depuesto por Odoacro, rey de los Hérulos, el reino visigodo, que se extendía desde el Loira al Tajo, alcanzará su independencia, consolidando su poder tanto en la Galia como en Hispania.
Pero pronto los visigodos recibirán la presión de otro pueblo germánico, los Francos, quienes finalmente, y tras la batalla de Vovillé (507) logran expulsar a los visigodos de la Galia, quienes se trasladan a Hispania, situando su nueva capital en Toledo. Se cree que el número de visigodos que llegaron a la Península fue escaso, entre 150.000 y 250000, frente a una población hispanoromana de unos cuatro millones de habitantes (aunque esto depende de las fuentes consultadas, pues hay quien eleva la cifra hasta los seis millones), a los que controlaron sin grandes esfuerzos. El carácter belicista y guerrero de este pueblo, unido a la poca fuerza de la nobleza hispanoromana, explican el rápido control del territorio.
Ya instalados en Hispania, y desde su capital de Toledo, los visigodos van a llevar a cabo la unificación del territorio. Estos fueron muy impopulares desde un principio; el intento por imponer su lengua y costumbres contribuyó a ello. Esto explica su derrota frente a los bizantinos de Justiniano (518-565) quienes ocupan el sur de la península, desde Huelva a Cartagena.

La península Ibérica en torno al año 560.

Leovigildo (572-586) será quien acabe con los suevos, confinados en la zona de la actual Galicia (585), controla la Bética, reduce la presencia bizantina en el sur, además de lograr el control sobre determinados grupos indígenas del norte como vascones, cántabros y astures.
En la bética tuvo que hacer frente a la sublevación de su hijo Hermenegildo, quien con apoyo bizantino, se convierte al catolicismo (los visigodos profesaban el arrianismo) y se levanta en armas. El foco del levantamiento se centró en Sevilla, ciudad que fue sitiada y tomada por Leovigildo en el 584. Hermenegildo es apresado y exiliado en Tarragona, donde muere asesinado.
Desde el punto de vista jurídico Leovigildo promulgó el llamado "Codex Revisus", donde se promueve la igualdad legal entre visigodos e hispanoromanos, derogando la ley que prohibía los matrimonios mixtos.

La península Ibérica durante los reinados de Leovigildo y Recaredo.
El principal problema al que se enfrentó Leovigildo fue la confrontación religiosa entre visigodos, de credo arriano, y la población peninsular, de confesión católica. Sin embargo ese problema se resolverá con su hijo y sucesor Recaredo I (586-601), quien se convierte al catolicismo, no sin tensiones, pues tuvo que hacer frente a la sublevación del clero visigodo que contó con apoyo franco. La mala coordinación entre los rebeldes permitió su derrota.
Conversión de Recaredo, de Muñoz Degrain (1888).
Será finalmente en el Tercer Concilio de Toledo (589) donde se confirme la conversión al catolicismo, consiguiéndose de este modo la unidad religiosa del reino.
Con Suintila (621-631) se consigue la rendición de los vascones y la expulsión definitiva de los bizantinos del sur, quienes desde la época de Sisebuto (612-621) habían reducido su presencia al Algarbe, completándose la unidad territorial de la península.
Suintila intentó en vano adoptar el carácter hereditario en la monarquía, además de fortalecer el poder del monarca frente a la nobleza. Esto provocó una sublevación por la que fue depuesto. En el IV Concilio de Toledo fue excomulgado, confirmado el carácter electivo de la corona y elegido su sucesor, Sisenando (631-636). Este último tuvo que hacer frente a una importante sublevación por parte de los partidarios de Suintila, centrado en la Bética, pero que finalmente controla gracias al apoyo del reino franco.

Corona de Recesvinto.
Recesvinto (649-672) promulgó el "Liber Iudiciorum" (654), magna ley basada en el derecho romano que derrogaba todas las anteriores y que ponía fin a las desigualdades jurídicas entre godos e hispanos.
En el plano político no pudo evitar el progresivo debilitamiento de la monarquía visigoda, cuyo carácter electivo fue un factor de constante inestabilidad.
Wamba (672-680) intentó acabar con todas estas distensiones políticas, lo que desembocó en una nueva revuelta nobiliaria y su caída en el 680.
Le seguirán treinta años de enorme inestabilidad en el reino que culminará con la llegada al trono de Rodrigo (710-711) muy cuestionado por determinados sectores de la nobleza y los herederos de su  predecesor Witiza. Se inició una nueva lucha por el poder, donde los witizanos, que apoyaban la subida al trono de Agila II, hijo de Witiza, reclaman la ayuda de los musulmanes del norte de África. Estos, al mando de Tarik, desembarcan en Gibraltar venciendo a los ejércitos de Don Rodrigo en la batalla del Guadalete (711). Los conflictos internos de la monarquía visigoda y la indiferencia mostrada por la población, explican la caída del reino visigodo y la rápida expansión musulmana por la península. Una nueva etapa en la Historia de España daba comienzo. Nace de esta forma Al-Andalus, abriendo un periodo de más de siete siglos de presencia musulmana.

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