Un espacio personal de reflexión sobre la Historia y otras curiosidades.

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lunes, 13 de noviembre de 2017

La política exterior borbónica: los Pactos de Familia.

La llegada de Felipe de Anjou al trono español en 1700 tuvo importantes consecuencias.
Felipe V de España.
Desde el punto de vista territorial, el entronamiento del francés supuso la pérdida para España de sus territorios europeos. En virtud del tratado de Utrecht (1713) España se vio obligada a entregar Sicilia a Saboya  y los Paises Bajos, Milán, Nápoles y Cerdeña, pasan al emperador Carlos de Austria. Gibraltar y Menorca, puntos estratégicos en la navegación mediterránea, serán para Inglaterra, verdadera vencedora del conflicto sucesorio hispano.
En el plano económico Inglaterra volvió a ser la verdadera beneficiada. Recibe el "asiento de negros", es decir, el monopolio para introducir esclavos negros africanos en las colonias españolas de América y el "navío de permiso", autorización para comerciar con los puertos americanos españoles con un navío anual de quinientas toneladas.

Reparto de las posesiones españolas en Europa tras el tratado de Utrecht (1713).

El nieto del Rey Sol, el quinto de los felipes españoles, intentará recuperar algunos de los territorios italianos perdidos. Isabel de Farnesio, segunda esposa del monarca, en su afán por encontrar tronos para sus vástagos (la herencia hispánica pasaría a los hijos del primer matrimonio de Felipe con María Luisa de Saboya) presionó al monarca, acabando todo en un rotundo fracaso. El poderío militar de España estaba lejos de aquellos años en los que los tercios españoles se paseaban por Europa.
Por ello, Felipe V (1700-1746) va a iniciar un acercamiento a Francia, lo que fraguará en los llamados Pactos de Familia. Fueron tratados de ayuda militar mutua que suponían un nuevo enfoque en la política exterior borbónica.
El primero de estos pactos se firmó entre Felipe V y Luis XV de Francia en el Escorial (1733). España se obligaba a participar en la guerra de sucesión de Polonia (1733-1738) donde el rey francés tenía intereses, pues estaba casado con una princesa polaca. Al otro lado se alinean los imperios austriaco y ruso. Francia defendió el acceso al trono de Estanislao I, suegro de Luis XV, y el Imperio austriaco a Augusto III, elector de Sajonia.
Parte de los enfrentamientos se centraron en Italia donde España logra recuperar Nápoles y Sicilia, el Reino de las Dos Sicilias, territorios que serán entregados al infante Carlos, hijo de Isabel de Farnesio, el futuro Carlos III de España.
El conflicto finalizó con el Tratado de Viena y permitió el acceso al trono polaco de Augusto III.

El Segundo Pacto de Familia se firma en Fontainebleau (1743) entre los mismos monarcas. España se comprometía a apoyar a Francia en la Guerra de Sucesión austriaca (1741-1748) y en la que se dirimía si el trono recaería definitivamente en María Teresa de Austria o en Carlos Alberto de Baviera, a quien apoyan los galos.
La guerra acabó con la Paz de Aquisgrán en 1748, donde se reconoce a María Teresa como legítima reina de Austria. España obtuvo el Ducado de Parma, que es entregado al segundo hijo de Isabel de Farnesio y Felipe V, el infante Felipe.

El Tercer Pacto de Familia se firma en París por Luís XV de Francia y Carlos III (1761). Supondrá la entrada de España en la guerra de los Siete Años (1756-1763). Carlos III reanuda de esta forma las alianzas  políticas con Francia tras el paréntesis pacifista de su hermanastro Fernando VI (1746-1759).
La guerra, que finaliza con el Tratado de París (1763), permite obtener a España La Luisiana, aunque tiene que ceder la Florida a Inglaterra y la colonia del Sacramento a Portugal.
 En 1769 se renueva este tercer pacto en virtud del Tratado de Aranjuez. España entrará de lleno en la Guerra de Independencia Americana (1776-1783) en favor de las Treces Colonias y en contra de Inglaterra. La derrota inglesa permitirá a España recuperar Menorca y Florida.

En 1789 La Revolución Francesa puso fin a la política de alianzas familiares entre ambos paises, aunque los acuerdos bilaterales se reanudarán con el Tratado de San Ildefonso en 1796 entre Carlos IV y la República Francesa, un acuerdo ideado contra Inglaterra en el contexto de las guerras napoleónicas.

viernes, 13 de octubre de 2017

La cultura del vaso Campaniforme.



Vaso campaniforme de Ciempozuelo (MAN). Fuente:wikipedia.

La cultura del Vaso Campaniforme pasa por ser la más destacada del Calcolítico o Edad del Bronce (2900-1800 a.c. aprox.). Aunque es así como se conoce, sería más correcto hablar de cerámica campaniforme, pues entre las piezas no sólo se encuentran vasos, si no también cazuelas y cuencos.
Desde el punto de vista cronológico podemos situar a esta cultura entre el 2200 y el 1700 a.c, extendiéndose espacialmente por gran parte de centro Europa, las costas atlántica y mediterránea de Francia, los Países Bajos y la península Ibérica,  además de las islas británicas y el norte de África. Aunque mantiene una clara homogeneidad, la gran extensión que abarca hace que encontremos ciertas características regionales diferenciales.

El nombre otorgado a esta cultura no es caprichoso, y es que deriva  de la forma que adquieren sus piezas a modo de  campana invertida, describiendo un perfil en “S”.  
La decoración es incisa a base de motivos geométricos en los que se combinan zig-zags, ajedrezados o triángulos y que se disponen de forma horizontal y paralela a la base del recipiente. A veces la incisión se rellenaba con pasta blanca que realzaba la composición. Tampoco es infrecuente encontrar  piezas con decoración interior, aunque no necesariamente del mismo estilo. 

Vaso, cazuela y cuenco pertenecientes al ajuar de Villabuena del Puente, Museo de Zamora (Wikipedia).
La mayoría de los hallazgos están relacionados con sepulturas individuales, en gran medida consistentes en un hoyo en el suelo, donde se deposita al difunto y su ajuar. Estas cerámicas son entendidas como artículos de lujo, pues aparecen junto a elementos como puñales de cobre, diademas, equipo de arqueros o láminas de oro, propio de las clases altas dominantes. Sería por lo tanto un elemento de prestigio que se relaciona con una mayor jerarquización social.

Expansión de la cultura Campaniforme por Europa. (Wikipedia)
A tenor de los últimos estudios se ha relacionado esta cerámica con el consumo de bebidas alcohólicas en banquetes o en las ceremonias para enterrar al difunto. En este sentido se han encontrado restos de cereales fermentados en numerosos recipientes hallados en la península Ibérica. En las islas británicas o en los Países Bajos han aparecido restos orgánicos carbonizados, por  lo que se deduce que fueron usados para la preparación y consumo de alimentos.

El origen de esta cultura es bastante controvertido. Algunos especialistas lo sitúan en centro Europa, en el valle del Rhin, y se extendió por el resto del continente gracias a la existencia de grupos de comerciantes, quienes, en sus viajes en búsqueda de materias primas, iban difundiendo estas cerámicas. Otros hablan de la península Ibérica como núcleo original, basándose para ello en las pruebas de Carbono 14, pues es aquí donde aparecerían los casos más antiguos.

viernes, 13 de marzo de 2015

La Guerra de los Treinta Años.

Se conoce como Guerra de los Treinta Años al conflicto armado que enfrentó a buena parte de Europa entre 1618 y 1648.
Las causas que explican el estallido de este enfrentamiento son diversas. Entre ellas destaca la cuestión religiosa, tratándose de la última gran guerra de religión que enfrentó a católicos del sur con los protestantes del norte.
Sin embargo en ella también hubo motivaciones políticas, pues se va a dirimir la hegemonía europea entre las dos potencias del momento, la Francia de Luis XIV y la España de Felipe IV y de Don Gaspar de Guzmán y Pimentel, más conocido como el Conde-Duque de Olivares.
Los problemas internos existentes en la Casa de Austria (Habsburgo) también se pondrán de relieve en el conflicto. La lucha por el poder imperial entre los hermanos Rodolfo II y Matías, se convertirá en otro de los detonantes del enfrentamiento.
Lo que sí es cierto es que el conflicto, aparte de estas cuestiones previas, tiene su inicio en un momento puntual como fue la denominada "Defenestración de Praga".
En 1617, el Tratado de Praga, reconocía a Felipe IV de España derechos sobre la Alsacia a cambio de su renuncia sobre Bohemia. Esta renuncia fue en favor del Archiduque Fernando, de credo católico, quien es nombrado rey en Bohemia, lo que provoca un enorme revuelo dando lugar a numerosos disturbios de carácter religioso.


Estas revueltas desembocan en la ya mencionada Defenestración de Praga en la que los consejeros católicos imperiales son arrojados por una ventana del castillo de Hradlany, aunque estos no llegaron a sufrir daños graves al caer sobre un montón de estiércol.
Se produce entonces el levantamiento de la nobleza protestante checa encabezada por el Conde de Thurn y el apoyo militar del Conde de Mansfeld.
Pronto van a definirse los dos bloques en el conflicto; por un lado España y la Liga
Imperial Católica, apoyada económicamente por el Papado, y enfrente  los príncipes protestantes alemanes a quienes se unen Dinamarca, Suecia y en último momento Francia.

La guerra se va a desarrollar en cuatro fases:

Periodo bohemio-palatino (1618-1625).
El ejército bohemio de Thurn iniciará su avance hacia Viena contando con el apoyo de Austria, Silesia, Moravia, Hungría y Transilvania.
Mientras, Fernando II es elegido emperador (1619), no siendo reconocido por Bohemia, que proclama a Federico V del Palatinado.
Ambos ejércitos tendrán un primer enfrentamiento en la batalla de la Montaña Blanca (1620), donde los protestantes son vencidos y disueltos por el ejército de la Liga comandado por el Conde de Tilly. Además, España invade el Palatinado con el Cardenal Spinola al frente.
El conde de Tilly y las fuerzas hispano-imperiales continuarán con su avance, venciendo en Heidelberg, Wimpfen y en Stadtlohn, ocupando Westfalia y la baja Sajonia.
Derrotados los bohemios se llevan a cabo duras represiones que incluyeron ejecuciones, expropiaciones a nobles sublevados y conversiones forzosas al catolicismo. Bohemia quedaba bajo el control de los Habsburgo.

Periodo Danés (1625-1629).
La Dinamarca de Cristian IV (1577-1648), contando con el apoyo de Gran Bretaña, Holanda y Francia, se decide a intervenir en el conflicto.
En 1626 las tropas imperiales dirigidas por Wallenstein derrotan a Mansfeld en el puente de Dessau, mientras que Tilly vence en Lutter a los daneses, obligándolos a replegarse hacia Jutlandia.
Tras esta estrepitosa derrota, Cristian IV se ve obligado a firmar la Paz de Lübeck (1629), renunciando a nuevas intervenciones militares a cambio de conservar todas sus posesiones.

Periodo Sueco (1630-1635).
Después de alcanzar la paz con Polonia, Gustavo Adolfo II de Suecia, decide la intervención en la guerra en favor de la causa protestante, buscando además mejorar su posición geoestratégica en el norte báltico.
En 1630 Gustavo Adolfo desembarca con su ejército en Usedom y en 1631 infringe una dura derrota a los ejércitos católicos de Tilly en la batalla de Breitenfels, libera el Palatinado y se establece en Maguncia.
En 1632 nuevas victorias suecas en Rain, donde muere Tilly, y en Lützer, donde tiene lugar el fallecimiento del monarca sueco, lo que provocará un giro en el conflicto.
En 1634 los suecos son derrotados en Nördlingen perdiendo el control sobre Alemania meridional.
Ante la delicada situación de sus tropas, los protestantes firman con Fernando II la Paz de Praga, recogiéndose en la misma una tregua de cuarenta años.

Periodo francés (1635-1648).
Ante el cariz que estaba tomando el conflicto, Richelieu, Primer Ministro de Luis XIII de Francia, se decanta por la participación en la guerra. España, con el apoyo católico alemán, se vislumbraba como vencedora, lo que supondría el mantenimiento y reforzamiento de su hegemonía en el continente. Esto era algo que los franceses estaban decididos a evitar a toda costa.
En 1638 Francia y Suecia sellan un pacto de apoyo mutuo y se reanudan las hostilidades.
Los suecos consiguieron una victoria en Wittstock (1636), aunque las siguientes campañas no fueron favorables. De hecho, el avance francés es detenido en Tuttlingen (1643) por el general bávaro Mercy.
Pero España, sumida en una profunda crisis tras los levantamientos independentistas de Cataluña y Portugal (1640), se verá incapaz de continuar la guerra de forma victoriosa. La derrota de los tercios españoles en Rocroi (1643), la primera en muchas décadas de dominio hispano en los campos de batalla, será el golpe mortal.
En 1645 la coalición franco-sueca consigue nuevas victorias en Alerheim y Jankau, que junto a la derrota de Baviera, suponen el fin de un conflicto que será sellado en la Paz de Westfalia (1648).


Esta paz tuvo importantes consecuencias. Desde el punto de vista religioso supuso la confirmación de la Paz de Augsburgo (1555) donde se declaraba la libertad religiosa. El protestantismo se consolida y el Papado entra en decadencia perdiendo toda influencia en el continente.
Francia se erige como nueva potencia hegemónica en Europa, a costa de España, la cual queda sumida en una importante crisis política, económica e institucional. Los levantamientos de Portugal, que conseguirá su independencia, y de Cataluña, recuperada en 1652, serán un enorme lastre a sumar. Además España se verá obligada a reconocer la independencia de Holanda.
Francia, la gran vencedora, obtiene numerosos territorios, destacando Alsacia y Lorena.
Suecia, confirmada como potencia en el norte, obtiene dominios en el norte de Alemania (Pomerania Occidental y Bremen) además del derecho de asistencia y voto en la dieta imperial.
El Imperio se va a fraccionar en una confederación de estados independientes. Los príncipes logran imponerse al Emperador, alcanzando una soberanía plena.
Fue una guerra muy destructiva y Alemania, principal escenario, perdió más de la mitad de su población, incluso en muchas ciudades estas pérdidas llegaron al 80%.
Por otro lado, Austria y Suiza se separan del Imperio.
España y Francia continuarán en conflicto once años más, hasta que finalmente se selle la Paz de los Pirineos (1659), donde España deberá ceder a los galos el Rosellón y la Cerdeña.

martes, 4 de marzo de 2014

La Gran Guerra del Norte (1700-1721).


La Gran Guerra del Norte se desarrolló entre 1700 y 1721 y enfrentó a Suecia y sus aliados (Imperio Otomano y Hannover) contra Rusia, apoyada en este caso por Dinamarca, Sajonia y Polonia.
Los grandes personajes que van a marcar este hecho histórico serán el sueco Carlos XII (1682-1718), quien pasará a la Historia como uno de los mejores estrategas militares del siglo XVIII, y Pedro I el Grande de Rusia.
Esta guerra es contemporánea a la Guerra de Sucesión española, aunque no tuvieron relación debido a la negativa sueca a intervenir en la misma en apoyo a Francia, que reclamó incisivamente su participación.
En este conflicto se va a dilucidar la hegemonía política y militar en el norte de Europa, una hegemonía que hasta ese momento ostentaba Suecia y que pasará, tras el enfrentamiento, a Rusia.

Carlos XII de Suecia (1682-1718).
Desde que Suecia se independizara en 1523 con Gustavo Vasa, triunfa en todas aquellos conflictos en las que toma parte, afianzando su posición en el norte báltico. Rusia por contra, carecía de salida al mar, lo que estrangulaba su crecimiento. El Báltico se encontraba bajo control sueco, el Mar Negro era feudo del Imperio Otomano, y al norte mucho hielo y nieve, un océano Ártico congelado gran parte del año, lo que hacía impracticable su navegación.
Por ello, Pedro I (1672-1725), desde el primer momento que llega al trono ruso tiene dos ideas claras: europeizar Rusia y obtener una salida al mar, lo que pasaba por derrotar a Suecia.

Carlos XII llegó al trono sueco muy joven, con apenas 15 años, lo que intentará ser aprovechado por Pedro I para aliarse con otros países, atacar y derrotar a Suecia. La empresa la creían fácil, pero no fue así, pues Carlos XII se destapó como un gran estratega.
De esta forma y en virtud del Tratado de Preowajensko (1699), Sajonia, Polonia, Dinamarca y Rusia se alían contra Suecia.
Pero el primero en golpear será Carlos XII. En 1700 traslada a su fiel ejército a Dinamarca y asesta un importante golpe derrotando a los daneses, obligándolos a abandonar el conflicto.
Después de esto se dirige a los países bálticos, donde en la batalla de Narva, con un ejército muy inferior en número, derrota estrepitosamente al ruso. A continuación se dirige a Sajonia, a la que igualmente derrota. Las campañas de Carlos son todo un éxito; en menos de un año había conseguido doblegar a sus principales adversarios.


El siguiente paso que decide el rey sueco es dirigirse a Polonia, la que consigue conquistar en 1704. Su rey, Augusto II, huye y se refugia en la vecina Rusia.
Tras esta campaña nuevamente victoriosa, Carlos se dirige a Rusia, donde pretende dar el golpe definitivo con la toma de Moscú. Pero en ese momento estalla una sublevación en la sometida Sajonia, a donde se ve obligado a acudir, logrando sofocar el levantamiento (1706). Este hecho le dio a Pedro I el tiempo suficiente para reorganizar su ejército y preparar la defensa ante el inminente ataque sueco. De hecho, reconquista Noteborg, Ivangorod y Narva.

Pedro I el Grande (1672-1725).
En 1708 Carlos XII emprende  la campaña sobre Rusia. Pedro I, conocedor de la superioridad sueca, decide adoptar la táctica de tierra quemada, consistente en la inutilización de infraestructuras (puentes, edificios etc.) y la quema de cosechas a medida que se produce el repliegue defensivo de sus tropas. El objetivo era evitar el avituallamiento en campaña del ejército enemigo. Pero esto era algo con lo que el soberano sueco contaba, por lo que había ocupado a varias de sus unidades en el aprovisionamiento de la tropa. Pedro entonces, cual partida de ajedrez, centró sus ataques en estos convoyes de aprovisionamiento, eludiendo el ataque directo, obligando a las tropas suecas a dirigirse al sur, a la región de Ucrania.

En Poltava (1709) tiene lugar el enfrentamiento entre ambos ejércitos, batalla en la que la victoria se decanta del bando ruso. Incluso Carlos XII recibe un disparo obligándolo a huir y refugiarse en Turquía. Aquí, Carlos convence al Sultán turco para que le proporcione contingentes y poder atacar a los rusos. En 1711 el ejército ruso es cercado en el río Prut, obligando al zar ruso a abandonar Azov.
Entre 1711 y 1720 se produce la contestación aliada, pues inician un triple ataque contra Suecia en un intento por acabar con un conflicto que se alargaba en demasía. Así los daneses avanzan hacia Bremen y Verden tomando Tonning (Península de Jutlandia) en 1713.


Los rusos toman las islas Aland, próximas a las costas suecas, y el sur de Finlandia, llegando a introducirse en territorio sueco (1720). Prusia por su parte, aliada de Hannover, conquista posesiones suecas en el norte de Alemania.
A estas alturas, y tras los importantes avances aliados, hacía muy desesperada la situación de Suecia. Carlos, que permanecía preso en Turquía, logra escapar, tomando el mando de su ejército en Stralsund. Reanuda los enfrentamientos, pero muere durante el asedio a Frederickhald (1718).
En este momento, con Suecia a punto de caer, es cuando tiene lugar la intervención de Gran Bretaña a favor de Suecia. Los ingleses, muy recelosos de que se rompiera el equilibrio de fuerzas europeo, obliga a los contendientes a iniciar conversaciones de paz.
Entre 1719 y 1720 se firmaron los tratados que iban a sellar el fin de la guerra. Con Hannover y Prusia se firma la Paz de Estocolmo, obteniendo estos Bremen, Verden y Pomerania. El Tratado de Fredericksborg, con Dinamarca, otorga Schleswig a los daneses. Y el más importante, el Tratado de Nystad con Rusia, que recibe los estados bálticos.
El gran vencedor de este conflicto fue Pedro I el Grande, Zar de todas las Rusias; Suecia cederá su vitola de potencia hegemónica en el norte a la propia Rusia, que se va a erigir desde entonces en potencia europea.
Polonia, escenario de gran parte de la guerra, quedó arrasada, y Prusia, con Federico Guillermo, el rey Sargento, irá tomando posiciones cada vez más dominantes en el continente.
Pero el efecto de la derrota sueca irá mas allá de las pérdidas territoriales y de hegemonía. La burguesía sueca, tras la derrota, logrará imponerse al absolutismo, lo que permitirá la instauración de un sistema monárquico-parlamentario al estilo inglés, marcando una nueva etapa en la política de este país.

sábado, 1 de marzo de 2014

Los Merovingios.


Los francos pertenecían a un conjunto de pueblos germanos del norte cuya zona original de asentamiento se localizaba en las regiones de Jutlandia y Escandinavia.
Poco a poco, estos pueblos irán desplazándose hacia el sur-occidente europeo, asentándose en el área comprendida entre los ríos Elba y Rhin. Una vez aquí comenzarán a definirse nuevos grupos como consecuencia de la fusión de diferentes clanes o estirpes, dando lugar a pueblos como los Alamanes, Bávaros, Sajones o los propios Francos.
Los Francos, desde mediados de siglo III, comienzan a cruzar el limes, penetrando dentro de los límites del Imperio Romano. Ya a mediados del siglo IV constan como federados (foederatis) del Imperio. En torno al 420, aprovechando la decadencia romana, se extienden hacia el sur, llegando al Somme.

Clodoveo, unificador de los francos.
La unión política de los Francos se alcanza con Clodoveo (482-511), quien además acaba con el domino romano en la Galia al derrotar al reino galorromano de Siagrio (486). De esta forma los Francos anexionaban el área comprendida entre el Somme y el Loira. En el año 496 derrota además a los Alamanes quienes abandonan el territorio. 
Después de esto, y parece que influenciado por su mujer Clotilde, se convierte al cristianismo, lo que tendrá como consecuencia la unificación del reino, la fusión efectiva entre galorromanos y francos.
En torno al año 500, y continuando con este proceso de expansión, derrota a los Burgundios en Dijon, aunque estos mantendrán sus territorios gracias al apoyo del reino visigodo.
En el año 507, y esta vez contando con el apoyo burgundio, los francos derrotan a los visigodos en Vouillé, por lo que logran extender sus dominios hasta los Pirineos. La Septimania seguirá en manos visigodas, lo que imposibilitará la salida de los francos al Mediterráneo.

Expansión del reino franco con Clodoveo (482-511).

A la muerte de Clodoveo, siguiendo la tradición franca derivada de un concepto patrimonial del estado, el reino se divide entre sus hijos, Teodeberto, Childeberto, Clodomiro y Clotario.

División del reino franco a la muerte de Clodoveo.

A pesar de esto la expansión franca no se va a detener. De hecho, en el 531 los francos conquistan Turingia, entre el 532 y el 534 someten a los Burgundios y en el 537 reciben de los Ostrogodos la Provenza, afianzando la posición franca en todo el centro-occidente europeo.
Más tarde, en la batalla de Autum (539), Teodeberto derrota a los ostrogodos y bizantinos, aunque no logra extender sus dominios por el norte de Italia.
Con Clotario I (558-561) se logra de nuevo la unificación del reino, aunque de forma breve, pues a su muerte se vuelve a producir una nueva división. De las luchas internas surgirán tres territorios: Austrasia, con capital en Reims, Neustria (Paris) y Borgoña (Orleans).
 Durante el reinado de Clotario II (613-629) asistimos a una nueva reunificación, aunque los diferentes territorios guardarán cierta independencia, territorios donde irán adquiriendo cada vez mayor importancia los Mayordomos de Palacio, figuras encargadas de la administración de la Corte. 
Dagoberto I (629-639) logra una enésima reunificación acabando con esta autonomía, aunque a su muerte se produce, producto del Derecho Germano, otra división que acelerara el derrumbamiento del reino merovingio.
Dentro de este proceso la figura del Mayordomo irá acumulando cuotas de poder en la corte, hasta llegar a uno de sus momentos culminantes con Pipino de Heristal (679-714), quien tras hacerse fuerte en Austrasia, gobierna posteriormente en todo el reino franco tras vencer en Tertry al mayordomo de Neustria-Borgoña.
A estas alturas, la dinastía merovingia era sólo testimonial. Carlos Martel (714-741), hijo bastardo de Pipino, es quien gobierna de facto, y más tras su victoria frente a los musulmanes de Abderramán en la batalla de Poitiers (732), lo que le valió gran prestigio, además de detener el avance árabe por Europa.

"Batalla de Poitiers", de Charles de Steuben.

En el año 751 tendrá lugar el destronamiento de Childerico III, el ultimo merovingio, siendo reconocido como soberano por la nobleza franca el hijo de Carlos Martel, Pipino el Breve, quien dará paso a una nueva dinastía, los Carolingios, que se mantendrá en el trono franco durante dos siglos.